Los presidentes de Brasil (Lula) y Chile (Bachelet) no ven con buenos ojos esto de que Estados Unidos instale bases en Colombia, o mejor dicho, no ven con buenos ojos que los gringos instalen más bases de las que tenían en el país cafetero, alegando que ninguna potencia extranjera puede violar la soberanía de un país latinoamericano. Sin embargo, esto de la soberanía es decidido – pienso yo – por el país que supuestamente es agredido (por que violar la soberanía es una agresión). No obstante, los colombianos no consideran esto como una agresión, sino como una ayuda por parte de los Estados Unidos, ya que las FARC solo han traído desgracias a ese país.
Todo esto comienza cuando el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se niega a renovar el contrato de arrendamiento de la base de Manta (Ecuador), que tenia una duración de 10 años, próxima a vencerse en noviembre. Estados Unidos hizo lo propio, y no insistió, ya que sabido es que Ecuador pertenece el aje chavista. Entonces los gringos empezaron a buscar donde trasladar su base, y fueron dos los países aptos: Perú y Colombia. Las cosas no prosperaron en Perú (lamentablemente), porque existe una fuerte (no mayoría) oposición a todo tipo de “intromisión” extranjera, mas aun si se trata de los gringo. En Colombia, sin embargo, la propuesta es bien recibida por los jefes políticos y la población en general, ya que hartos están de los grupos terroristas y las intervenciones chavistas.
Me parece vital señalar que la nueva base en Palanquero (Colombia) no tendrá punto de comparación con la base que de Manta (Ecuador), ya que – según informan – su capacidad será mayor y más eficiente. Esta base, pues, promete terminar de una vez por todas con el narcoterrorismo en Colombia, y de paso (no puedo negarlo), supervisar o tener bajo la lupa los movimientos de los bolivarianos. Si, es verdad, o al menos eso parece, que la base de Palanquero tendrá la capacidad de vigilar a todo el continente, ya no solo a Colombia o las regiones andinas.
No lo voy a negar, me parece excelente la idea, ya que entre países chiquitos (nosotros) no hacemos nada, todo mundo se alcahuetea, y nadie cumple un rol fiscalizador, todos hacen y deshacen en América del Sur. Algunos dirán que solos podemos controlar nuestros movimientos, ¿Pero quien controla al movimiento bolivariano? Así que Chile y Brasil poco o nada pueden hacer, más que mostrar una cara infeliz.
Un saludo.
Todo esto comienza cuando el presidente de Ecuador, Rafael Correa, se niega a renovar el contrato de arrendamiento de la base de Manta (Ecuador), que tenia una duración de 10 años, próxima a vencerse en noviembre. Estados Unidos hizo lo propio, y no insistió, ya que sabido es que Ecuador pertenece el aje chavista. Entonces los gringos empezaron a buscar donde trasladar su base, y fueron dos los países aptos: Perú y Colombia. Las cosas no prosperaron en Perú (lamentablemente), porque existe una fuerte (no mayoría) oposición a todo tipo de “intromisión” extranjera, mas aun si se trata de los gringo. En Colombia, sin embargo, la propuesta es bien recibida por los jefes políticos y la población en general, ya que hartos están de los grupos terroristas y las intervenciones chavistas.
Me parece vital señalar que la nueva base en Palanquero (Colombia) no tendrá punto de comparación con la base que de Manta (Ecuador), ya que – según informan – su capacidad será mayor y más eficiente. Esta base, pues, promete terminar de una vez por todas con el narcoterrorismo en Colombia, y de paso (no puedo negarlo), supervisar o tener bajo la lupa los movimientos de los bolivarianos. Si, es verdad, o al menos eso parece, que la base de Palanquero tendrá la capacidad de vigilar a todo el continente, ya no solo a Colombia o las regiones andinas.
No lo voy a negar, me parece excelente la idea, ya que entre países chiquitos (nosotros) no hacemos nada, todo mundo se alcahuetea, y nadie cumple un rol fiscalizador, todos hacen y deshacen en América del Sur. Algunos dirán que solos podemos controlar nuestros movimientos, ¿Pero quien controla al movimiento bolivariano? Así que Chile y Brasil poco o nada pueden hacer, más que mostrar una cara infeliz.
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